Te lo prometo, Cristiano




Te vas, y ya no hay vuelta atrás. Parece que fue ayer, aquel inolvidable 6 de julio de 2009, cuando pisaste por primera vez el Santiago Bernabéu. Cumpliéndose así el sueño de millones de espectadores que soñaban con verte algún día vistiendo la camiseta blanca. En esa tarde, anotaste tu primer gol, al gritar aquella frase: “1, 2, 3… ¡Hala Madrid!”.

Las piezas comenzaban a encajar. El club más grande de la historia del fútbol estaba hecho para ti, y tú, eras la personificación de los valores del madridismo. Te hemos visto sangrar por este escudo, y pese a todo, levantarte y seguir peleando como el que más. Luchando sin importar cuán importante fuera la cita o el rival, tan solo concebías un solo pensamiento: ganar. ¿A caso el Real Madrid no es lo que es porque ha ganado siempre más que nadie?

Solo los necios negarían que la definición de profesionalidad se te queda corta desde el primer día hasta el último. Un jugador que durante 9 años ha disputado 438 partidos, anotando 450 goles y dando 120 asistencias. Has levantado 16 títulos, entre ellos, las 4 Champions League en los últimos 5 años. Perteneciendo así a una de las épocas más doradas de los 116 años de historia que tiene el Real Madrid.

Además, te has convertido en el máximo goleador de la historia del club, superando a toda una leyenda como Don Alfredo Di Stéfano. Pero todo esto cobra mucha más importancia sabiendo que lo has hecho en el Real Madrid. Es obvio que la exigencia y el peso del escudo madridista no se puede comparar con nada ni nadie. No todo el mundo puede soportar la presión a la que te somete el club más importante del planeta.

Sin embargo, para ti no era suficiente con aguantar dicha responsabilidad, sino que tenías que grabar tu nombre para siempre en la historia de este equipo. Y es que esto eres Cristiano, un jugador incansable e inconformista, en el mejor sentido de ambas palabras.

Desde aquí prometo contarles a las generaciones venideras quién era Cristiano Ronaldo. Disfrutaré explicándoles como imponía respeto en el área rival el mayor goleador de todos los tiempos. Haré especial hincapié detallándoles cada uno de los valores positivos que has transmitido, a pesar de haber tenido que soportar todo tipo de insultos y faltas de respeto desde el primer día que pisaste suelo español. Quizá incluso desde antes.

Prometo contarles como 9 años después de abandonar Manchester la gente aún sigue luciendo con orgullo tu camiseta y cantando tu nombre. Puede que allí si sepan apreciar lo mucho que das a un equipo, a una ciudad, a una Liga. Quizá el problema del odio que se te tiene en algunos rincones de España proceda de una mentalidad distinta.

Te prometo que no olvidaré en detallarles cómo te elevaste en el cielo de Turín para realizar aquella inigualable chilena. Contaré con admiración como la presión no te pudo para anotar el penalti de la final de Milán, o como te impusiste ante todos en la final de Cardiff. Recordaré como fulminaste a tu rival con un cabezazo descendiendo del cielo de Mestalla. Les pondré la imagen de cómo un jugador nacido en Madeira silenció al Camp Nou con su eterno: “calma, calma”, mientras anotaba un gol que servía para ganar una Liga.

Darte las gracias es algo obligatorio, aunque innecesario, porque tu carrera no comenzó en 2009, y no termina en 2018. Te seguí en el United y conseguiste que siguiese a ese club. En el Real Madrid me hiciste disfrutar como nadie, y en la Juventus te seguiré apoyando y disfrutando.

Hace poco, hablando con un amigo, me dijo: “A Cristiano, o lo odias o lo adoras”. Pese a no entender bien el motivo por el cual hemos de odiarte, acto seguido comprendí que solo la mediocridad produce indiferencia, y si hay algún calificativo con el que Cristiano Ronaldo no pueda ser definido es ese. Por mil y una razones eres un ejemplo para miles de chavales, dentro y fuera de los terrenos de juego.

Prometo no olvidar contarles las múltiples acciones solidarias que llevaste acabo. Las incontables decisiones benéficas que realizaste, sabiendo que igualmente, no sería valoradas por tus detractores. Pero esa es tu grandeza, que no hacías ni haces las cosas por caer en esa falsa humildad que tanto se estila en otros rincones de tu profesión.

Y para finalizar, prometo no olvidar todas las alegrías que me has dado durante todos estos años. Prometo no dejar que este sentimiento de eterno agradecimiento se vaya nunca de mi cabeza, puesto que ya sabemos lo efímera que es la memoria en el fútbol. Prometo que nunca olvidaré quién fue y lo mucho que hizo por el fútbol aquel jugador portugués que llegó para heredar el mítico siete blanco. Muchos aficionados te estaremos eternamente agradecidos. Yo por mi parte, seguiré disfrutando de tu fútbol, de tus goles, de tus valores, de tus enfados y de tu eterna e incansable entrega en cada encuentro. Te lo prometo, Cristiano. 

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