La sonrisa del fútbol


El mejor jugador de la historia. Así consideran algunos a Ronaldo de Assis Moreira, conocido por todos como Ronaldinho. Hablar del “Gaúcho” es hacerlo de un jugador que consiguió unir como nadie al planeta fútbol. Rompiendo las diferencias entre equipos, las discrepancias o polémicas entre aficiones, uniéndolos a todos con su eterna sonrisa. Admirado por todos los aficionados, independientemente del color de su camiseta, Ronaldinho no solo cambió la historia del FC Barcelona, sino también, la forma de jugar con el balón.


Ronaldinho llegó al FC Barcelona procedente del París Saint-Germain, donde ya había dejado destellos de la calidad que atesoraba. En aquel momento, el FC Barcelona estaba inmerso en una crisis institucional y futbolística, y el jugador brasileño llegó con su eterna sonrisa con la idea de aportar algo nuevo al club catalán. En su carta de presentación, en un partido ante el Sevilla FC, el “Gaúcho” fulminó cualquier atisbo de duda sobre su fichaje. En un horario poco frecuente en el Camp Nou (las 00:05 horas), los aficionados culés ansiaban ver el debut de su fichaje tan esperado, la última esperanza para retornar a la élite del panorama futbolístico.

En dicho debut, Ronaldinho marcó un auténtico golazo tras irse de dos defensores sevillistas y disparar desde unos 20-30 metros, cuyo latigazo fue imposible para el portero del Sevilla (Notario). Ese fue el primero de múltiples e importantes goles que Ronaldinho proporcionó al FC Barcelona, a cual más mágico que el anterior.

Sin embargo, si hay algo que destacar de Ronaldinho, entre su sinfín de cualidades futbolísticas, es desarrollarlas con una sonrisa. El “Gaúcho” cambió la forma de jugar al fútbol. Dejó a un lado las teorías de concentración y rostros serios a la hora de pisar el césped. El brasileño era feliz en un terreno de juego, con el balón en los pies era como un niño con zapatos nuevos, y Ronaldinho hacía lo propio: sonreír.



No obstante, Ronaldinho no solo será recordado por su eterna sonrisa. Su visión del juego iba más allá de la realidad. Dibujaba jugadas en su mente que transformaba en magia sobre el terreno de juego, como un arquitecto plasma una estructura sobre un plano de papel. De una jugada sin peligro sacaba la jugada de la temporada. En momentos delicados y de máxima necesidad para su equipo, aparecía por arte de magia, como si del genio de la lámpara se tratase.

Para el recuerdo ha dejado miles de momentos. ¿Cómo olvidar su exhibición en el Bernabéu? ¿Su baile con Carvalho donde Cech solo pudo observar como entraba el balón? ¿Su recital de sombreros ante el Athletic? ¿Su gol de chilena ante el Villarreal?... y así podría seguir durante decenas de páginas. Ronaldinho ha sido el máximo estandarte del “Joga Bonito”, dentro y fuera de un campo de fútbol.

Pese a que su reinado duró mucho menos de lo que nos hubiese gustado a los amantes de este deporte, jamás he visto un futbolista con tanta magia sobre un terreno de juego. En la era donde la gente difiere entre Cristiano y Messi, donde algunos no saben reconocer los méritos de su rival, los seguidores del “Gaúcho” siempre lo recordaremos como él solía jugar: con una sonrisa. Porque a pesar de sentirme afortunado por ser contemporáneo de Cristiano, Messi, Iniesta, Silva, Pirlo, Zidane, etc… siempre habrá un sitio especial para Ronaldinho en mi recuerdo, ya que ha sido el único jugador que yo he visto capaz de unir a todas las aficiones con su fútbol.



El mago que enseñó a toda una generación de jóvenes a intentar lo inimaginable. El astro que con el balón en los pies era capaz de hacerte soñar despierto. El ritmo brasileño que contagió a todo el planeta fútbol. El que para mí, y que me perdonen los demás, es el mejor jugador que han visto mis ojos.

Desde un rincón de España, por cada momento mágico, por cada gesto futbolístico y con toda la verdad y fuerza que se pueden escribir estas palabras: 

    ¡Gracias eternas, Ronaldinho!

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