ESTABA ESCRITO
Hay cosas que parecen estar predestinadas a suceder, incluso antes de que ocurran. Como si algún tipo de fuerza celestial les empujase a ello. Una prueba de esto ha sido la Champions League 2021-2022 del Real Madrid. La que es ya, en mi opinión, la Champions más especial que he presenciado del club blanco.
El ejemplo que nos ha ofrecido el Real Madrid puede ser trasladado a la vida real, como una metáfora de la lucha y el esfuerzo que debemos hacer en las circunstancias más adversas de nuestro día a día.
El Real Madrid ha tocado el cielo, pero ha estado muchas veces a las puertas del infierno. Cuando su pulso futbolístico parecía decaer, presagiando una anomalía en el corazón de la afición, el club de Chamartín resurge de la nada. Como si en lugar de estar rozando la muerte se tratase de un estado catatónico del cual solo puede salir con el empuje del Santiago Bernabéu.
La Champions del Madrid es la victoria del fútbol ante el dinero. Y no me refiero al dinero generado mediante el club, sino aquellos ingresos desmesurados que provienen de otros “sectores” de la economía mundial, dopando de manera ilícita a otros clubes que, a priori, juegan con ventaja.
Matizando el “a priori”, porque ahí estaba el Real Madrid para demostrar que la grandeza, la historia y hasta el poder divino no se compran, sino que son inherentes al club español. El camino del Madrid con PSG, Chelsea, Manchester City y Liverpool se trataba de una auténtica odisea, imposible de superar en las circunstancias actuales para cualquier equipo terrenal. Y es que ahí está el fallo, ahí radica la primera premisa errónea. Porque el Real Madrid no es un equipo normal, no es terrenal. Escapa al entendimiento. Es el club deportivo más grande de la historia de cualquier deporte.
Queriendo evitar un tono poético demasiado excesivo, no encuentro otra explicación para esta Champions League. ¿Cómo explicar lo ocurrido sin recurrir a la mística o lo divino? ¿Qué sentido tiene que un equipo este con el agua al cuello en múltiples ocasiones y siempre consiga salir a flote? Para muchos, es algo más que fútbol. Para otros, mera casualidad. En mi opinión, una “casualidad” demasiado reiterativa para ser fruto del azar.
Cobra un vital y especial sentido la creencia de un séptimo anfiteatro, donde están los que se fueron, donde residen aquellos que nos enseñaron a confiar hasta el minuto 95. Aquellos que nos dejaron para ocupar un sitio en el palco de honor que les corresponde. Animando y creyendo hasta el final, como nos enseñaron, como solo ellos sabían hacer. Eran ellos los que sujetaban al equipo cuando parecía desvanecerse. Tienen que ser ellos, otro sentido no puede tener. Las auténticas estrellas que cubren el Bernabéu en cada noche mágica.
El Real Madrid ha sido ejemplo de creencia, de lucha, de unión, de humildad y trabajar en silencio. Sin grandes alardes, con trabajo y sencillez. Con la capacidad de remar con la corriente en contra. Un ejemplo para todas aquellas personas que disputan su particular “partido” con la vida, demostrándoles que se puede, que nunca es tarde hasta que pita el árbitro, y en ocasiones incluso después del pitido. Hay que luchar, pelear y creer hasta el último aliento. Pero hay que hacerlo con humildad, con sencillez, sin pisar a nadie. Buscando soluciones en lugar de culpables. Sacando fuerzas en vez de aflorar las excusas. Hasta el final, siempre. En el fútbol y en la vida.
Esta Champions para mi tiene un significado especial, pues yo tengo a un ser muy querido en ese séptimo anfiteatro. Y estoy seguro que ha sido uno de los que más ha animado allí arriba. En su vida, le tocó luchar como a nadie, quizá hasta demasiado. No obstante, nunca se detuvo y jamás se derrumbó. Siempre firme, siempre alegre, siempre fuerte. Regalando un precioso e insuperable ejemplo a sus seres queridos. Esos que nunca lo olvidaremos y los cuales nos acordamos de él en cada gol de esta competición.
Por el ADN de este equipo, por su historia, por las estrellas de nuestro séptimo anfiteatro y, especialmente, por cómo se han ido sucediendo cada partido esta Champions League, este título es especial. Porque cada eliminatoria se preveía peor, y cada final era más agónico. Porque el Madrid nunca era favorito, pero siempre salía vivo. Porque cuando los demás golpeaban, el equipo blanco resistía. Porque creer y luchar son sinónimos del madridismo, y estos suelen garantizar el éxito. Por todo esto, por lo que se puede ver y lo que no. Porque de existir Dios tiene que ser madridista, esta Champions League parecía, desde hace tiempo, que estaba escrita con letras de oro sobre un lienzo blanco madridista.