Patrimonio de la Humanidad

Esta frase se la escuché a Tomás Guasch el otro día en la radio. Así se refería al Betis y a Joaquín. Como algo que es “made in spain”, algo nuestro. Un patrimonio del que debemos sentir mucho orgullo, por todo lo que significa.

He de reconocer que yo no soy bético de cuna, e incluso se podría decir, que mi beticismo llegó algo tarde en mi vida. Cierto es que siempre tuve admiración y cariño por este equipo, pero fue cuando me fui a vivir con un bético de pura raza cuando todo cambió. Él me inoculo ese sentimiento.

Mi amigo Rafa, quien es como un hermano para mí, me hacía ver todos los partidos de su Betis cuando vivíamos lejos de nuestra casa. Me acostumbré a celebrar los goles, me tocó aprenderme el himno, e incluso fuimos a varios partidos juntos al Villamarín.

Ahora, cada vez que veo al Betis me nace alegrarme por sus éxitos. Me cuesta digerir sus derrotas, y sigo gritando los goles. No hay día que el Betis juegue que no estemos debatiendo sobre el partido. El Betis es una de nuestras muchas excusas para conseguir que los miles de kilómetros que nos separan no intercedan en nuestra amistad.

¡Y qué Betis! Ese equipo de un ingeniero chileno que se siente un español más, pues es en este país donde sigue sorprendiendo al mundo. Él tenía un plan, y lo ha bordado hasta el último instante. Este Betis, el de Fekir, el brujo que luce una barba como la de Merlín, pues es capaz de hechizarte con su fútbol. El Betis de Canales, el mago con cara de inocencia, como si de un alumno de la escuela de Hogwarts se tratase. Un alumno aventajado, quien tiene por varita mágica una prodigiosa pierna izquierda.

Este es el Betis de “O rey Juan Miguel”, la persona que tiene su propio villancico. El Betis de William Carvalho y Guido Rodríguez, dos muros de contención, donde se sustenta los pilares de una obra maestra. Este es el equipo del panda, el único jugador que ve en el gol su preciada rama de bambú. ¿Cómo no alegrarse por Borja Iglesias?

El Betis de Miranda, el niño que soñó con vestir la verdiblanca, y el cual ahora mismo ha pasado a formar parte de la historia del conjunto andaluz. No obstante, pecando de injusto por enfocarlo todo en una sola persona, este Betis tiene un nombre propio. Este barco tiene un capitán, aquel capaz de dibujarte una sonrisa y emocionarte al mismo tiempo. Este histórico Betis es el equipo de Joaquín Sánchez.

El chico del Puerto de Santa María es el único jugador en la historia del Betis en levantar dos títulos con el club de su vida. Nadie ha conseguido hacerlo. A sus cuarenta años, Joaquín ha logrado el motivo por el cual decidió regresar a su casa: para ganar con el club de sus amores. El hijo predilecto que un día se marchó, dejando parte de sí en la capital andaluza, volvió con la esperanza de poder conseguir tocar el cielo con su Betis… y lo ha conseguido.

Y es que hay cosas que parecen estar escritas en el caprichoso libro del destino. Hace diecisiete años que el Real Betis no conseguía alzar un título, y tenía que ser él, el jugador que porta el número diecisiete, el que hiciese los honores.

Todos queremos a Joaquín. Un jugador que en algunas circunstancias ha tenido que ver como se le reducía al calificativo de “cuenta chistes”, nada más lejos de la realidad. El portuense es un jugador que siempre ha tenido unas cualidades superlativas para este deporte, y que en sus años de juventud, sonó para fichar por los grandes equipos europeos.
Joaquín también sabe ser un líder, pegar una voz cuando es necesario y regañar cuando las circunstancias así lo demandan. No es normal que todos, absolutamente todos los compañeros que ha tenido hablen maravillas de él. No puede ser fruto de la casualidad.  Es capitán, estrella, leyenda y aficionado de Real Betis, de su querido Real Betis.

Ese equipo que nunca se verá solo, pues cuenta con una marea verdiblanca que les persigue allí donde va. Una masa que se traslada de generación en generación, que se expande por el mundo y se reproduce sin cesar, provocando la envidia y admiración de aquellos que la contemplan. Un conjunto de voces apiñadas como balas de cañón, que provocan un estruendo cuando cantan su canción. Esos, que aunque último estuviera siempre lo verán campeón.

Pero hoy no hay que imaginárselo, es un hecho. Hoy el Betis es campeón. La leyenda que recorre el mundo entero, que presume de su verdiblanco mientras recorren su sendero. Aquel que ha sido largo y difícil, por el cual anoche, nada más finalizar el partido, llamé a mi amigo. Ese que un día me obligaba a ver los partidos de su Betis. Ese equipo que hoy siento como propio.

El fútbol sonríe viendo a los béticos emocionados. Aquellos que se abrazaron y lloraron anoche al ver a Joaquín levantar la Copa del Rey, mientras gritaban al unísono “Betis campeón”. El Betis, nuestro Betis. El de “Joaqui”. Ese que ha de ser considerado por todos como Patrimonio de la Humanidad”.