NO SE PUEDE EXPLICAR

No existe calificativo posible. No hay manera de entenderlo. Es algo que solo es posible en el Santiago Bernabéu en una noche europea. Puede sonar exagerado, e incluso,  fruto de la casualidad. No obstante, cuando algo se repite tantas veces a lo largo de la historia, ya no puede catalogarse como fortuna.

Uno de esos partidos, que durante un gran tramo del encuentro, creer que se podía remontar era más un ejercicio de fe que de convicción futbolística. Pero es que en ese escenario, en ese estadio, no hay sitio para los imposibles.

En el deporte, como reflejo de la propia vida, hay cosas que no son tangibles. Cosas que no se pueden comprar, y en ciertos momentos, lo abstracto te aplasta y te da un golpe de realidad. La historia de un club, el peso y grandeza de un escudo, cuya historia y magnitud no tiene precedentes, y que trasciende del mundo futbolístico a cualquier otro deporte.

Cómo explicar la metamorfosis que ha sufrido Karim Benzema. Un jugador que era apático cuando fichó por el club blanco. Un alma que deambulaba por los estadios, atesorando una enorme calidad, pero manifestando una exagerada falta de intensidad.

Ayer, aquel que fue un gato en su día, ratificó que a día de hoy es el rey de la sabana. Y aunque en su propio país les cueste reconocer la excelsa calidad futbolística del francés, Benzema ya es historia blanca. Nadie es profeta en su tierra.

Anoche con ese imperial hat-trick (309 goles) superó en la tabla goleadora a una de las leyendas más importantes del club: Don Alfredo Di Stéfano (308 goles). Además, superó a Raúl González (66 goles) como el segundo delantero con más goles con el Real Madrid en la historia de la copa de Europa (67 goles el galo).

Sin embargo, sería justo decir que toda gran historia se sustenta en algo. En toda la eliminatoria, e incluso desde hace ya un par de temporadas, el Real Madrid tiene un pilar fundamental. Uno inamovible e inquebrantable: Thibaut Courtois.

El belga permitió a los blancos seguir con opciones después del partido de ida, e incluso, mantuvo vivo al equipo después de la primera parte del equipo parisino. Courtois le está dando mucho al Real Madrid, demasiado para el reconocimiento que está teniendo.

Le sacó varios balones a Mbappé en París, detuvo el penalti a Leo Messi, y en la vuelta, él solo mantuvo con pulso al Real Madrid tras los primeros cuarenta y cinco minutos. El gigante belga es, sin duda alguna, el mejor portero del planeta, a años luz del segundo. Aunque bueno, para la FIFA (esa institución que si le haces una crítica te castiga con indiferencia) era el noveno portero en su última gala. El noveno. El rigor y el prestigio de lo absurdo.

Antes de acabar, es el momento de ponerse de pie, porque vamos a hablar de Luka Modric. El croata es el reflejo de lo que debería ser el fútbol. Un espejo perfecto donde mirarse todas las generaciones futuras que quieran ser futbolistas.

Ilusión por ganar, a pesar de haberlo ganado todo, y varias veces. Sacrificio y compromiso por el equipo, sin atribuirse demasiados méritos en la victoria y asumiendo el liderazgo que un club como el Madrid demanda a las grandes estrellas de su historia, y él es una de ellas.

Luka es ese compañero que es querido por todos. Es el jugador admirado y respetado por todos sus rivales. Talento y técnica procedente de los Balcanes, que vino a España para “tapar vergüenzas”, y que desde su llegada no ha hecho otra cosa que callar bocas a los que intentaron infravalorar su imagen.

El jugador croata es, para muchas personas, el mejor centrocampista de todos los tiempos. A sus treinta y seis años de edad, con la humildad por bandera, Modric sigue enamorando al mundo del fútbol. Ratificando que su fichaje fue un acierto, que su talento escapa a toda comprensión y que el madridismo ya recorre sus venas. Honestamente, el fútbol es más bonito porque existen jugadores como Luka Modric.

Y anoche, me era imposible no mirar al cielo, y agradecerle a esa persona que me inculcase la pasión por este equipo. Aquel que era uno de esos “enfermos” del club blanco, que nunca dejaban de creer y que siempre luchaban hasta el final. Aquel que en su día me llevó al Bernabéu cogido de la mano y me brindó la oportunidad de vivir noches como la de ayer.

Porque si es verdad que existe Dios, estoy seguro de que es madridista. Y él, mi padrino, anoche estaría sentado a su lado disfrutando de su Real Madrid.