¿El mejor de la historia?




Sin ser muy conscientes, ayer presenciamos algo histórico. Un hecho inimaginable hace no mucho tiempo atrás. La selección argentina levantaba la Copa del Mundo. Su tercera. Y como consecuencia de este hecho, Leo Messi conseguía el único título que le faltaba. Quizá, el más deseado. 


Sorprende todo lo ocurrido porque todo parecía indicar que Messi jamás se alzaría con un mundial. No hace tanto tiempo Leo era duramente criticado y cuestionado en su país, teniendo a Europa a sus pies, con Barcelona y España como su hogar protector. “Pecho frío” o “falso Dios” eran comentarios que nos llegaban desde el otro lado del océano. No querían a Messi, y este llegó a abandonar la selección argentina, o al menos, hizo el amago de hacerlo. 


Años más tarde, aquí está, con una Copa de América y un Mundial en su poder. Nada más y nada menos. Haciendo crecer nuevamente el debate de si “la pulga” es el mejor jugador de la historia. ¿Lo es? ¿Qué es la historia? Solo unos pocos afortunados pueden decir haber visto a los más grandes de todos los tiempos. Tan solo una inmensa minoría han podido vibrar con cada uno de ellos. 


No obstante, ni aún así me vale lo que digan. Porque esto va de gustos, de emociones. Nadie tiene que decirte qué o quién ha de ser el mejor para ti. Esto va de lo que un jugador, un equipo o un gol te puede llegar a despertar. Emociones, sentimientos. Situaciones que sin saber el porqué, sin tener ningún tipo de lazo estrecho con uno mismo, consiguen emocionarte. 


¿Qué se le debe pedir a un jugador para ser el mejor de la historia? ¿Que gane más que nadie? Leo ha ganado. Ha ganado muchísimo. Quizá hasta más de lo que nunca nadie pudo llegar a predecir. Ni el propio Leo. Es un futbolista que ha levantado todo lo que podía levantar, y eso es histórico. 


¿Qué se le debe pedir al mejor de la historia? ¿Qué emocione? Messi nos ha levantado a todos/as de nuestro asiento alguna vez en nuestras vidas. No me creo lo contrario. Por un gol, una jugada, o cualquier detalle. Si hacemos memoria, todos tenemos una imagen nuestra llevándonos las manos a la cabeza por algo que hizo Leo. Ya sea a favor o en contra de nuestros intereses o gustos. Pero si algo tiene Messi es que ha emocionado mucho, y durante muchos años. 


¿Qué se le debe pedir al menos de la historia? ¿Regularidad? Si algo ha tenido la carrera de Leo Messi (aún activa y con posibilidad de seguir ganando) es longevidad. Con altibajos como cualquier ser humano, es un jugador que ha estado al máximo nivel durante 15 años como mínimo. Un auténtico ejemplo de compromiso. Algo exclusivo de los más grandes. 


Algunos poníamos como excusa o pretexto que no sería el más grande si no conseguía levantar esa preciosa copa dorada… y ya la tiene. El nombre Lionel Messi estará por siempre bordado en oro en el escudo argentino, en forma de estrella. 


Por tanto, una vez analizado e intentado contextualizarlo todo, ¿se puede afirmar que es el mejor de la historia? Pues depende de a quién le preguntes y la historia de esa persona. Porque nadie puede imponerte tus emociones, simplemente afloran. El fútbol es un arte, y como tal, puede concebirse de diferentes puntos de vista, teniendo en cuenta el prisma con el que se mire. 


Si os estáis preguntando: y para ti, ¿es el mejor de la historia? Pues si, lo es. Es el mejor de mi historia, de lo que yo he visto. No intento imponer un pensamiento en nadie, simplemente es lo que siento. No se le puede pedir más a jugador. Lo he sufrido (muchísimo), y lo he disfrutado. Y creo que con el tiempo se le dará más importancia aún a todo lo que ha conseguido. 


Como he dicho anteriormente, Leo Messi tendrá por siempre su nombre grabado en el pecho de todos los/as argentinos/as en forma de una estrella de oro… Ahí, cerquita del corazón. Sin embargo, su nombre no solo estará ahí. Estará en cada patio de colegio, en cada callejón de un pueblo, siempre y cuando un niño esté dispuesto a soñar. Estará allí donde cada vez que a un chico los discriminen por su altura. Cada vez que la timidez de un chaval se convierta en una barrera para relacionarse con los demás. En cada niño/a que tenga que dejar su casa con una edad temprana en búsqueda de sus sueños. 


Leo Messi siempre será recordado como ese niño pequeño, el más chico de todos, y que ha conseguido ser el más grande de todos los tiempos. 

NO ES UNO MÁS


Todos son iguales. Esta es una premisa que solemos enunciar sin cesar cuándo hablamos de un equipo de fútbol. No deben haber privilegios distintivos entre miembros del vestuario. Sin embargo, y solo en contadas ocasiones, yo estoy en contraposición de ese pensamiento. No todos pueden ser iguales.

¿Cómo va a ser igual un juvenil recién ascendido que un veterano con el brazalete de capitán? ¿Cómo vas a dirigirte del mismo modo a un recién llegado que a un hombre que ha mamado los valores y la historia de un club? Pues no, por supuesto que no. No puedes tratar a todos por igual.

El pasado miércoles, Cristiano Ronaldo fue noticia por abandonar el banquillo del Manchester United en el minuto 87, cuando su equipo vencía por 2-0 al Tottenham. Desde ese instante, las críticas se ha sucedido de manera intensa sobre la figura de la leyenda de Madeira.

"Poco profesional", "mal ejemplo", "Solo piensa en él", etc... Y es que en este país es gratuito atizar a Cristiano Ronaldo. Lo es, incluso antes de que el jugador portugués colocase un solo pie en nuestro país. Muchos afirmaban con vehemencia que sería un jugador problemático en su llegada a la capital española. Sería un frecuente en los reservados de las discotecas, y que su mundo giraría en torno a la vida nocturna. Jamás he presenciado mayor equivocación con ningún deportista, una manera global y generalizada de cerrar bocas por doquier.

Lejos de todo eso, Cristiano siempre ha servido como ejemplo. ¿Poco profesional? Si hay una palabra que va ligada al nombre del siete de los Red Devils es esa, profesional. Vive por y para su profesión. Mente y cuerpo enfocados solamente en mejorarse día a día. Siendo referente en hábitos saludables para los más pequeños. Cosa que muy pocos pueden decir.

¿Mal ejemplo? El ejemplo de Cristiano es el de una persona que se ha hecho a sí misma. Una persona que se crió en barrios humildes, y qué tan solo a base de esfuerzo y compromiso, ha conseguido llegar donde ha llegado, a estar sentado en el trono de los más grandes de la historia. El ejemplo de Cristiano es aquel que tras la perdida de su padre, prefirió ayudar a su selección en un partido vital para su país. El ejemplo del luso es enseñarnos como el trabajo y la perseverancia puede vencer al talento.

¿Solo piensa en él? ¿Y que futbolista no lo hace? Los jugadores son egoístas, lo llevan dentro de ellos mismos. Miran primero por su bien, y luego por el colectivo. Y son todos, podría poner miles y miles de ejemplos. Hablamos de un deporte donde tiene más repercusión un Balón de Oro que la consecución de un Mundial, dependiendo eso sí, del vencedor en ambos premios.  El fútbol es un deporte de egos, y donde todos, absolutamente todos, quieren acaparar las portadas del día siguiente.

Pero lo que Erik ten Hag debería saber que no está tratando con un futbolista corriente. Todo lo contrario. Estamos hablando de una de las leyendas más grandes que ha dado el mundo del deporte. Cuando mencionamos su nombre, nombramos al mayor goleador de todos los tiempos. No ha nacido nadie que haya marcado más goles que él.

Cuando hablamos de Cristiano, hablamos de un hombre que ha dejado huella en toda una generación de jóvenes que han crecido siguiendo su carrera. Menospreciar la imagen de CR es menospreciar el sueño de todos aquellos que un día soñábamos con ser como él. Infravalorar la imagen de Cristiano es infravalorar los valores del deporte como pueden ser el esfuerzo, la constancia, la fortaleza mental o la profesionalidad.

Y es que tiene que ser muy difícil ser Cristiano. Cuando calla, es criticado por guardar silencio. Cuando habla, es menospreciado por sus palabras. Cada gesto es malintencionado, cada celebración es concebida como una provocación. Su sola presencia es estrictamente calificada como una muestra de prepotencia. Todo cuanto hace es cuestionado y evaluado con un prisma que deslumbra pensamientos nocivos.

Tenemos que respetar más a las figuras que sirven de inspiración para muchos otros, sean quienes sean. Debemos apreciar y reconocer a todos aquellos que han dado todo cuanto tenían dentro de sí por marcar una época y deleitarnos con sus capacidades. Por ello, hablar de Cristiano es hablar de una de las figuras más importantes en el mundo del deporte. Pese a quien le pese, es una persona que ha marcado un antes y un después, y su nombre ya está escrito con letras de oro en el libro de la historia.

Por tanto, no se puede tratar a Cristiano como a cualquiera. No, no se debe hacer. No podemos hacerlo. No sería justo, ni para él, ni para el fútbol. Menospreciando a este hombre estaremos despreciando al deporte. Cristiano hay uno, y nunca habrá otro como él. Por ello es injusto tratarlo como uno más. Pues a veces, no hay nada más injusto, que tratar a todos por igual.

UN ADIÓS IRREMPLAZABLE  


Casemiro se ha ido del Real Madrid. Con él, se marchan muchas cosas, más que el simple hecho de la salida de un jugador. El brasileño se ha convertido en un espejo donde se miran miles de jugadores de la fábrica blanca. Casemiro es un madrileño que nació en Brasil. Es un brasileño con descendencia española. Uno más, uno especial. Único, valioso e irrepetible.

Con Casemiro se marcha un personalidad múltiple, que podría rozar la bipolaridad, capaz de confundir a las mentes más preparadas. Con el adiós del catorce blanco se va esa cara de chico sencillo, e incluso inocente, cuando baja del autobús y saluda a la afición. Una persona cercana y educada en las ruedas de prensa. Un tipo tímido, que solo acepta los focos mediáticos cuando está vestido de corto. 

Es ahí, precisamente ahí, cuando sufre su metamorfosis. En el campo de juego se convierte en un soldado, aquel capaz de morir por y para los suyos. No se arruga ante nada ni nadie. Es el más fiel escudero que todo jugador desea tener a su lado. De tener que ir “a la batalla” es mejor hacerlo con Casemiro en tu bando. Si el te acompaña y está a tu lado, el éxito estará próximo...

No obstante, el cariño y respeto de todas las personas que han convivido con él ratifica el enorme corazón que Casemiro tiene con los suyos. Atento con los jóvenes, fiel a sus compañeros y equipo. Profesional intachable, cuyo único camino conocido es el del trabajo. Humilde y respetuoso, con un enorme sentido de responsabilidad.

Casemiro nunca ha abandonado esa senda, y así le ha ido… Con Casemiro se dice adiós a un futbolista que reúne los valores del madridista. El no rendirse hasta el final. Un tipo que no negocia el competir con intensidad, sin medias tintas. Ese que celebra cada gol como si fuese el último de su carrera. Saltando al más puro estilo de Juanito. Aquel que en cada partido dejaba el alma sobre el césped, y el cual es consciente de que la camiseta del Madrid es más importante que cualquier nombre individual. 

Pero, especialmente, con la salida de Casemiro se termina la hegemonía del mejor centro del campo de la historia. Esa combinación suprema formada por Casemiro, Kroos y Modric. El tridente que ha ganado todos los títulos posibles. Ninguno se les ha resistido. Siete años han sido los que han estado juntos, y cuatro son las Champions conquistadas. Unión dentro y fuera. 
Tres piezas de oro que han formado el mejor engranaje jamás contemplado. 

Casemiro se va como se tenía que ir, ganando. Siendo el último MVP de una final. Se va con todo el respeto de sus compañeros, y el amor del Bernabéu. Se va con el afecto de Florentino y la amistad de Ancelotti. Casemiro se despide de la que siempre será su casa, y de la que nunca podrá separarse del todo. 

Pues la historia del Madrid estará siempre vinculada a Casemiro, y este, a su vez, siempre será actor principal de la historia más exitosa del mejor club del mundo. Ya que es una obviedad que con Casemiro, el equipo es mejor. Con Casemiro, ganar es más fácil. Con Casemiro, el fútbol siempre será eso: fútbol. 

ESTABA ESCRITO

Hay cosas que parecen estar predestinadas a suceder, incluso antes de que ocurran. Como si algún tipo de fuerza celestial les empujase a ello. Una prueba de esto ha sido la Champions League 2021-2022 del Real Madrid. La que es ya, en mi opinión, la Champions más especial que he presenciado del club blanco. 

El ejemplo que nos ha ofrecido el Real Madrid puede ser trasladado a la vida real, como una metáfora de la lucha y el esfuerzo que debemos hacer en las circunstancias más adversas de nuestro día a día. 

El Real Madrid ha tocado el cielo, pero ha estado muchas veces a las puertas del infierno. Cuando su pulso futbolístico parecía decaer, presagiando una anomalía en el corazón de la afición, el club de Chamartín resurge de la nada. Como si en lugar de estar rozando la muerte se tratase de un estado catatónico del cual solo puede salir con el empuje del Santiago Bernabéu. 

La Champions del Madrid es la victoria del fútbol ante el dinero. Y no me refiero al dinero generado mediante el club, sino aquellos ingresos desmesurados que provienen de otros “sectores” de la economía mundial, dopando de manera ilícita a otros clubes que, a priori, juegan con ventaja. 

Matizando el “a priori”, porque ahí estaba el Real Madrid para demostrar que la grandeza, la historia y hasta el poder divino no se compran, sino que son inherentes al club español. El camino del Madrid con PSG, Chelsea, Manchester City y Liverpool se trataba de una auténtica odisea, imposible de superar en las circunstancias actuales para cualquier equipo terrenal. Y es que ahí está el fallo, ahí radica la primera premisa errónea. Porque el Real Madrid no es un equipo normal, no es terrenal. Escapa al entendimiento. Es el club deportivo más grande de la historia de cualquier deporte. 
 
Queriendo evitar un tono poético demasiado excesivo, no encuentro otra explicación para esta Champions League. ¿Cómo explicar lo ocurrido sin recurrir a la mística o lo divino? ¿Qué sentido tiene que un equipo este con el agua al cuello en múltiples ocasiones y siempre consiga salir a flote? Para muchos, es algo más que fútbol. Para otros, mera casualidad. En mi opinión, una “casualidad” demasiado reiterativa para ser fruto del azar. 

Cobra un vital y especial sentido la creencia de un séptimo anfiteatro, donde están los que se fueron, donde residen aquellos que nos enseñaron a confiar hasta el minuto 95. Aquellos que nos dejaron para ocupar un sitio en el palco de honor que les corresponde. Animando y creyendo hasta el final, como nos enseñaron, como solo ellos sabían hacer. Eran ellos los que sujetaban al equipo cuando parecía desvanecerse. Tienen que ser ellos, otro sentido no puede tener. Las auténticas estrellas que cubren el Bernabéu en cada noche mágica. 

El Real Madrid ha sido ejemplo de creencia, de lucha, de unión, de humildad y trabajar en silencio. Sin grandes alardes, con trabajo y sencillez. Con la capacidad de remar con la corriente en contra. Un ejemplo para todas aquellas personas que disputan su particular “partido” con la vida, demostrándoles que se puede, que nunca es tarde hasta que pita el árbitro, y en ocasiones incluso después del pitido. Hay que luchar, pelear y creer hasta el último aliento. Pero hay que hacerlo con humildad, con sencillez, sin pisar a nadie. Buscando soluciones en lugar de culpables. Sacando fuerzas en vez de aflorar las excusas. Hasta el final, siempre. En el fútbol y en la vida. 

Esta Champions para mi tiene un significado especial, pues yo tengo a un ser muy querido en ese séptimo anfiteatro. Y estoy seguro que ha sido uno de los que más ha animado allí arriba. En su vida, le tocó luchar como a nadie, quizá hasta demasiado. No obstante, nunca se detuvo y jamás se derrumbó. Siempre firme, siempre alegre, siempre fuerte. Regalando un precioso e insuperable ejemplo a sus seres queridos. Esos que nunca lo olvidaremos y los cuales nos acordamos de él en cada gol de esta competición.

Por el ADN de este equipo, por su historia, por las estrellas de nuestro séptimo anfiteatro y, especialmente, por cómo se han ido sucediendo cada partido esta Champions League, este título es especial. Porque cada eliminatoria se preveía peor, y cada final era más agónico. Porque el Madrid nunca era favorito, pero siempre salía vivo. Porque cuando los demás golpeaban, el equipo blanco resistía. Porque creer y luchar son sinónimos del madridismo, y estos suelen garantizar el éxito. Por todo esto, por lo que se puede ver y lo que no. Porque de existir Dios tiene que ser madridista, esta Champions League parecía, desde hace tiempo, que estaba escrita con letras de oro sobre un lienzo blanco madridista.

Patrimonio de la Humanidad

Esta frase se la escuché a Tomás Guasch el otro día en la radio. Así se refería al Betis y a Joaquín. Como algo que es “made in spain”, algo nuestro. Un patrimonio del que debemos sentir mucho orgullo, por todo lo que significa.

He de reconocer que yo no soy bético de cuna, e incluso se podría decir, que mi beticismo llegó algo tarde en mi vida. Cierto es que siempre tuve admiración y cariño por este equipo, pero fue cuando me fui a vivir con un bético de pura raza cuando todo cambió. Él me inoculo ese sentimiento.

Mi amigo Rafa, quien es como un hermano para mí, me hacía ver todos los partidos de su Betis cuando vivíamos lejos de nuestra casa. Me acostumbré a celebrar los goles, me tocó aprenderme el himno, e incluso fuimos a varios partidos juntos al Villamarín.

Ahora, cada vez que veo al Betis me nace alegrarme por sus éxitos. Me cuesta digerir sus derrotas, y sigo gritando los goles. No hay día que el Betis juegue que no estemos debatiendo sobre el partido. El Betis es una de nuestras muchas excusas para conseguir que los miles de kilómetros que nos separan no intercedan en nuestra amistad.

¡Y qué Betis! Ese equipo de un ingeniero chileno que se siente un español más, pues es en este país donde sigue sorprendiendo al mundo. Él tenía un plan, y lo ha bordado hasta el último instante. Este Betis, el de Fekir, el brujo que luce una barba como la de Merlín, pues es capaz de hechizarte con su fútbol. El Betis de Canales, el mago con cara de inocencia, como si de un alumno de la escuela de Hogwarts se tratase. Un alumno aventajado, quien tiene por varita mágica una prodigiosa pierna izquierda.

Este es el Betis de “O rey Juan Miguel”, la persona que tiene su propio villancico. El Betis de William Carvalho y Guido Rodríguez, dos muros de contención, donde se sustenta los pilares de una obra maestra. Este es el equipo del panda, el único jugador que ve en el gol su preciada rama de bambú. ¿Cómo no alegrarse por Borja Iglesias?

El Betis de Miranda, el niño que soñó con vestir la verdiblanca, y el cual ahora mismo ha pasado a formar parte de la historia del conjunto andaluz. No obstante, pecando de injusto por enfocarlo todo en una sola persona, este Betis tiene un nombre propio. Este barco tiene un capitán, aquel capaz de dibujarte una sonrisa y emocionarte al mismo tiempo. Este histórico Betis es el equipo de Joaquín Sánchez.

El chico del Puerto de Santa María es el único jugador en la historia del Betis en levantar dos títulos con el club de su vida. Nadie ha conseguido hacerlo. A sus cuarenta años, Joaquín ha logrado el motivo por el cual decidió regresar a su casa: para ganar con el club de sus amores. El hijo predilecto que un día se marchó, dejando parte de sí en la capital andaluza, volvió con la esperanza de poder conseguir tocar el cielo con su Betis… y lo ha conseguido.

Y es que hay cosas que parecen estar escritas en el caprichoso libro del destino. Hace diecisiete años que el Real Betis no conseguía alzar un título, y tenía que ser él, el jugador que porta el número diecisiete, el que hiciese los honores.

Todos queremos a Joaquín. Un jugador que en algunas circunstancias ha tenido que ver como se le reducía al calificativo de “cuenta chistes”, nada más lejos de la realidad. El portuense es un jugador que siempre ha tenido unas cualidades superlativas para este deporte, y que en sus años de juventud, sonó para fichar por los grandes equipos europeos.
Joaquín también sabe ser un líder, pegar una voz cuando es necesario y regañar cuando las circunstancias así lo demandan. No es normal que todos, absolutamente todos los compañeros que ha tenido hablen maravillas de él. No puede ser fruto de la casualidad.  Es capitán, estrella, leyenda y aficionado de Real Betis, de su querido Real Betis.

Ese equipo que nunca se verá solo, pues cuenta con una marea verdiblanca que les persigue allí donde va. Una masa que se traslada de generación en generación, que se expande por el mundo y se reproduce sin cesar, provocando la envidia y admiración de aquellos que la contemplan. Un conjunto de voces apiñadas como balas de cañón, que provocan un estruendo cuando cantan su canción. Esos, que aunque último estuviera siempre lo verán campeón.

Pero hoy no hay que imaginárselo, es un hecho. Hoy el Betis es campeón. La leyenda que recorre el mundo entero, que presume de su verdiblanco mientras recorren su sendero. Aquel que ha sido largo y difícil, por el cual anoche, nada más finalizar el partido, llamé a mi amigo. Ese que un día me obligaba a ver los partidos de su Betis. Ese equipo que hoy siento como propio.

El fútbol sonríe viendo a los béticos emocionados. Aquellos que se abrazaron y lloraron anoche al ver a Joaquín levantar la Copa del Rey, mientras gritaban al unísono “Betis campeón”. El Betis, nuestro Betis. El de “Joaqui”. Ese que ha de ser considerado por todos como Patrimonio de la Humanidad”.

NO SE PUEDE EXPLICAR

No existe calificativo posible. No hay manera de entenderlo. Es algo que solo es posible en el Santiago Bernabéu en una noche europea. Puede sonar exagerado, e incluso,  fruto de la casualidad. No obstante, cuando algo se repite tantas veces a lo largo de la historia, ya no puede catalogarse como fortuna.

Uno de esos partidos, que durante un gran tramo del encuentro, creer que se podía remontar era más un ejercicio de fe que de convicción futbolística. Pero es que en ese escenario, en ese estadio, no hay sitio para los imposibles.

En el deporte, como reflejo de la propia vida, hay cosas que no son tangibles. Cosas que no se pueden comprar, y en ciertos momentos, lo abstracto te aplasta y te da un golpe de realidad. La historia de un club, el peso y grandeza de un escudo, cuya historia y magnitud no tiene precedentes, y que trasciende del mundo futbolístico a cualquier otro deporte.

Cómo explicar la metamorfosis que ha sufrido Karim Benzema. Un jugador que era apático cuando fichó por el club blanco. Un alma que deambulaba por los estadios, atesorando una enorme calidad, pero manifestando una exagerada falta de intensidad.

Ayer, aquel que fue un gato en su día, ratificó que a día de hoy es el rey de la sabana. Y aunque en su propio país les cueste reconocer la excelsa calidad futbolística del francés, Benzema ya es historia blanca. Nadie es profeta en su tierra.

Anoche con ese imperial hat-trick (309 goles) superó en la tabla goleadora a una de las leyendas más importantes del club: Don Alfredo Di Stéfano (308 goles). Además, superó a Raúl González (66 goles) como el segundo delantero con más goles con el Real Madrid en la historia de la copa de Europa (67 goles el galo).

Sin embargo, sería justo decir que toda gran historia se sustenta en algo. En toda la eliminatoria, e incluso desde hace ya un par de temporadas, el Real Madrid tiene un pilar fundamental. Uno inamovible e inquebrantable: Thibaut Courtois.

El belga permitió a los blancos seguir con opciones después del partido de ida, e incluso, mantuvo vivo al equipo después de la primera parte del equipo parisino. Courtois le está dando mucho al Real Madrid, demasiado para el reconocimiento que está teniendo.

Le sacó varios balones a Mbappé en París, detuvo el penalti a Leo Messi, y en la vuelta, él solo mantuvo con pulso al Real Madrid tras los primeros cuarenta y cinco minutos. El gigante belga es, sin duda alguna, el mejor portero del planeta, a años luz del segundo. Aunque bueno, para la FIFA (esa institución que si le haces una crítica te castiga con indiferencia) era el noveno portero en su última gala. El noveno. El rigor y el prestigio de lo absurdo.

Antes de acabar, es el momento de ponerse de pie, porque vamos a hablar de Luka Modric. El croata es el reflejo de lo que debería ser el fútbol. Un espejo perfecto donde mirarse todas las generaciones futuras que quieran ser futbolistas.

Ilusión por ganar, a pesar de haberlo ganado todo, y varias veces. Sacrificio y compromiso por el equipo, sin atribuirse demasiados méritos en la victoria y asumiendo el liderazgo que un club como el Madrid demanda a las grandes estrellas de su historia, y él es una de ellas.

Luka es ese compañero que es querido por todos. Es el jugador admirado y respetado por todos sus rivales. Talento y técnica procedente de los Balcanes, que vino a España para “tapar vergüenzas”, y que desde su llegada no ha hecho otra cosa que callar bocas a los que intentaron infravalorar su imagen.

El jugador croata es, para muchas personas, el mejor centrocampista de todos los tiempos. A sus treinta y seis años de edad, con la humildad por bandera, Modric sigue enamorando al mundo del fútbol. Ratificando que su fichaje fue un acierto, que su talento escapa a toda comprensión y que el madridismo ya recorre sus venas. Honestamente, el fútbol es más bonito porque existen jugadores como Luka Modric.

Y anoche, me era imposible no mirar al cielo, y agradecerle a esa persona que me inculcase la pasión por este equipo. Aquel que era uno de esos “enfermos” del club blanco, que nunca dejaban de creer y que siempre luchaban hasta el final. Aquel que en su día me llevó al Bernabéu cogido de la mano y me brindó la oportunidad de vivir noches como la de ayer.

Porque si es verdad que existe Dios, estoy seguro de que es madridista. Y él, mi padrino, anoche estaría sentado a su lado disfrutando de su Real Madrid.

Se terminan las palabras

Se terminan las palabras. Los adjetivos, los piropos, los titulares. Hace tan solo dos días Rafael Nadal Parera volvió a demostrar que no es un deportista cualquiera.

Se ha dicho todo sobre Rafa. Absolutamente todo. La gran calidad humana que tiene fuera de las pistas, y el gran deportista que siempre ha sido. Pero principalmente, quiero destacar la mentalidad de este hombre. La fortaleza mental. No ha existido ninguna igual en el mundo del deporte. Tan solo Michael Jordan podría disputarle ese puesto al tenista español.

En un partido donde cualquier ser humano lo hubiese dado por perdido, Nadal volvió a darnos motivos para creer que no es español, porque tampoco es de este planeta. ¿Cómo poder darle la vuelta a una situación tan adversa? No creo que baste solo con creer, se necesita algo más.

Creer que se puede, pero que el cuerpo te responda. No fallar, y si se hace, no permitir que te afecte. A su edad, con todo, absolutamente todo ganado, sigue teniendo la misma ambición que aquel chico con melena larga que conquistaba su primer  Roland Garros.

Rafa ha conseguido convertirse en el tenista masculino con el mayor número de Grand Slam. Nadal ha dejado de ser el mejor deportista español de todos los tiempos, para convertirse en uno de los mejores deportistas de la historia. Da igual el deporte, si hay un elenco de dioses, Rafa ha de estar ahí. Sin ninguna duda.

Picasso tenía sus pinturas y Cervantes enamoraba con sus novelas. Rafa Nadal tiene su raqueta, y con ella, al más puro estilo cervantino, está escribiendo con letras de oro una carrera inigualable en el sagrado libro de la historia. Al mismo tiempo y de manera picassiana, Rafa dibuja sonrisas, miles de sonrisas en todas las personas que adoran el tenis en particular, y que aman el deporte en general. Él, como los dos anteriores, ya son inmortales.

La sensación que tiene alguien cuando escribe sobre Nadal es que no es suficiente. Que podríamos estar divagando a lo largo de un sinfín de hojas sobre lo que ha hecho por la marca España, siendo referente merecido y ejemplo necesario de las generaciones venideras. Rafa aporta valores primordiales a la sociedad, y demuestra cual es el camino a seguir para poder triunfar en el deporte.

Pero como digo, las palabras son escasas para lo que se puede escribir sobre él. Es difícil y complejo definir algo que se escapa, en muchas ocasiones, al entendimiento. Rafa Nadal ha conseguido enamorarnos a todos. Rafa ha logrado que todo el mundo sienta orgullo y admiración por él y sus valores. Pero, principalmente, Nadal ha provocado que a muchas personas se les terminen las palabras.