El ángel de púrpura y oro
Es curioso que las leyendas,
se convierten en más grandes aún, cuando nos dejan sin previo aviso, sin
esperarlo, o incluso, demasiado pronto. Ayer falleció Kobe Bryant, el icono de
una generación del mundo del baloncesto. Una de las joyas de la corona de la
historia de la NBA.
Kobe ha sido para muchos, el
más fiel heredero del trono de Michael Jordan. Calcando y representando jugadas
del mítico 23 de los Chicago Bulls. Bryant fue capaz incluso de superar a
Jordan en puntos, convirtiéndose así, en el cuarto máximo anotador de la
historia de la NBA. Los 5 anillos de Kobe frente a los 6 anillos de Michael
Jordan, reflejan el paralelismo que han guardado siempre estos dos mitos del
aro.
Pero lo más destacado de Kobe
no son los puntos conseguidos, sino el modo de hacerlo. Siempre ha sido líder,
y lo mejor de todo, es que ha sabido serlo. Siempre con carácter, con ese
indomable e inquebrantable propio del histórico 24. Honrando en todo momento su
amada camiseta, la púrpura y oro, que ya tienen una nueva estrella que brilla
con más fuerza en el firmamento.
Kobe, conocido como “La Mamba
Negra”, ha sido un ejemplo perfecto para los más jóvenes. La personificación de
la palabra competitividad. Siempre con los valores del deporte por bandera. Intratable, imposible de amedrentar, un jugador que ganaba partidos, torneos e incluso
medallas de oro (2 oros olímpico).
Era un jugador de segundos
finales, de momentos clave. Cuando vas perdiendo y te queda un segundo para
poder ganar, Kobe era el hombre adecuado. Nunca le temblaba el pulso, siempre
asumía el riesgo. Cuando el partido se complicaba, la “Mamba” picaba e inoculaba
su veneno en los rivales.
Una vez escuché a alguien
decir que solo mueren aquellos que llegan a ser olvidados. Por ese motivo,
Bryant nunca se irá del todo. Cada vez que los Lakers ganen un título, él lo celebrará desde lo más alto. Con cada
niño que sueñe con ser jugador de baloncesto, el será el espejo donde mirarse. Desde
ayer el cielo de Los Ángeles está cubierto de púrpura y la pelota bañada en
oro, en memoria de un jugador que trasciende el mundo del baloncesto, honrando en todo momento, la esencia del deporte.